domingo, 29 de abril de 2007

Leer entre líneas

La información, es un elemento que las sociedades han reconocido para sí como un derecho. Ese elemento, sobre el cual gravitan numerosos poderes, intereses y visiones, puede ser, eje sobre el cual las sociedades, y sus individuos, son ni más ni menos que convidados de piedra en las historias que hoy se escriben.

Recientemente he asistido a dos conversaciones aisladas, pero que concatenadas, hacen todo un dialogo sobre el tema de lo que se nos informan día a día. De un lado, Heriberto Fiorillo, periodista maestro de maestros y con realizaciones envidiables, afirma, que al informar se lo debe hacer desde la certidumbre de que a quienes se informa depositan la confianza en el informador, y por tanto, el informar es todo un reto ético.

De otro lado, fui testigo excepcional de los descargos de un periodista de radio, muy prestigioso por cierto, del cuestionamiento a él realizado -fuera de micrófonos- sobre lo inconcluso, si no inocuo, de una entrevista en un tema político candente. Él le preguntaba a su entrevistado sobre lo importante de una certificación en derechos humanos para Colombia, por parte de los Estados Unidos, obviando esa pregunta que los auditores quisiéramos oír sobre la valides de tal certificación por parte de quien acumula deudas para con la humanidad por lo que acontece en otros lugares en Abu Ghraib y Guantánamo-, como respuesta el periodista de marras argumento: no se hizo tal pregunta porque “tengo una familia por mantener”.

También la semana anterior hubo lugar para un publirreportaje, el del general retirado Álvaro Valencia Tovar. Digo publirreportaje porque de cuestionamiento periodístico muy poco hubo por parte de quienes firmaron tales publicaciones. Fiorillo, también decía que por cada tema a informar la investigación debía ser tan exhaustiva y detallada que no hubiere lugar a ninguna sorpresa al informador por parte del tema informado. Lo único nuevo de lo que nos enteramos, es que a Valencia Tovar fue victima de una conspiración de señoras, lo que según él le costo su paso a retiro. Pero, sí en cambio nos quedaron a los auditores, la misma multitud de preguntas insolutas que Valencia Tovar –entre otros-, le debe a la historia sobre la muerte del sacerdote Camilo Torres.

Preguntas insolutas tales como: ¿porque la discrepancia entre aquella información que poseía Garcia Márquez, respecto a la sepultura de los restos de Camilo en Minneapolis y la “novedosa” que entrega ahora Valencia Tovar? – o será que Garcia Márquez no amerita credibilidad?. O que decir de que quien realmente poseyó el secreto de Estado de tal tumba era ese otro Valencia, el que murió en el año 71, después de cazar el último conejo existente en un páramo que posee una laguna con nombre de país?, O quizás la pregunta sin respuesta son las reales razones porque las cuales Valencia Tovar negó, al entonces presidente Betancur –tan cercano a una de las “entrevistadoras”-, la entrega de los restos de Camilo Torres. Eso para no mencionar los pormenores de las numerosas investigaciones realizadas, incluidas las judiciales, las que han provocado también muertos. Si no fuese por la ancianidad de Valencia Tovar, podría uno pensar que estamos ante un reciclaje de una imagen política.

Lo ético, nacido en la responsabilidad que genera la confianza que depositan los auditores en los medios de comunicación y en los trabajadores de aquellos, es birlado con una facilidad pasmosa, lo que yo me pregunto es: ¿si eso es hecho en pleno conocimiento?; ¿es eso por la herencia de intereses que arrastran, especialmente, los medios en Colombia?; ¿es por los intereses personales, ideológicos o de poder del periodista?; todos elementos que a la una, y sin asimilar las lecciones que hoy se van descubriendo en múltiples tumbas, pretenden escribir otra historia para el país y los Colombianos; dejando de paso para el futuro dolorosas reescrituras.

Alejandro Vakéen.

30 abril 2007.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alejandro, que bueno saber que aun sigues por alli.
Tenia mucho tiempo de no leer nada tuyo.
Yo sigo en Boston entre la nieve y la primavera.
Te envio un abrazo y gracias por los articulos.
Nancy