sábado, 1 de agosto de 2009

Para mí, refrito.

Al unísono suceden tantas cosas, o se las hace suceder. Ya es inevitable que los actores de los acontecimientos se repitan, que ya ellos (los actores) sean previsibles, y que los acontecimientos de hoy sean unos meros refritos. No ajeno a ello los analistas no deberían abandonar la gravedad creciente de los acontecimientos.

Esa extraña coincidencia de un convenio, pacto o acuerdo para que los Estados Unidos cuente ahora con lo que yo llame hace algunos años “el papelón de Colombia como cabeza de playa para intervenir en el Caribe”, con el golpe de estado en Honduras, acepta una interpretacion maliciosa: que la agenda de los planificadores imperiales bien que si pueden impartirle cátedra a los encargados de las humareda que como cortinas ha usado tan prolíficamente la Casa de Nari, ¡gracias a Monseñor Escriba de Balaguer que aun tienen algo que aprender!

La realidad domestica ahora es más, mucho más compleja, urgente y delicada para la vida diaria de los colombianos. A ella dedicare los siguientes renglones. Aun a pesar de repetirse y citarse uno mismo, es decir que uno de estos escritos también sea un refrito, hay que decir que Ecuador, un poco más que Venezuela, solo ha sido una víctima del conflicto colombiano. En su suelo, todo malandrín con acciones en la guerra del que allí llamaban “el coloso del norte”, se daba cita para mercadear armas, pertrechos y recesos en sus tareas de destrucción. Ninguno, absolutamente ninguno de los “actores del conflicto” es ajeno a tal cosa. Cualquier discurso en rededor de ello raya en una autentica falsa moral. Los colombianos (de bien y quizás algunos colombianos bien) debemos respaldar las lecciones, por demás valientes, desde las que el Ecuador ahora reclaman por algo elemental, pero fundamental, y ya olvidado en Colombia: el derecho a la vida humana y el peso de la justicia para quien decida a atentar contra ella, máxime si quien lo hiciere ocupa posiciones de poder, gobierno o mando.

En otro orden de ideas, pero ocupado del mismo despeñadero en que se ha tornado Colombia, la situación con Venezuela debería tener a todos los Colombianos compartiendo el gesto pesimista que ahora exhiben los industriales con mercados e inversiones en el país de “Chávez”, y esto ni Nicanor R. lo puede ya ‘destorcer’. Debería ser así porque lo que está ocurriendo, ni más ni menos, es que Colombia en época de crisis, esta pateando el plato de la comida. Mucho, pero mucho, del por demás, escaso empleo que en Colombia aun hay es en empresas que mercadean cosas en Venezuela. Es iluso que los colombianos quieran seguir conjugando aquello que F. Echeverri popularizó en la voz de Yamit H: “el país va mal pero la economía va bien”. Pues no, en Colombia a los que les ha estado hiendo bien por siempre es a los traficantes de armas, a los traficantes del dolor ajeno, a los que se afincan perniciosamente en las ideologías, en síntesis a los gozan el “descuadernado país”.

Alguno afirma que el estado de cosas hará que los colombianos ahora espantados vean que necesitan a mucho más que un finquero en las riendas del país. Yo conservo mí gesto pesimista.

Alejandro Vakèen.

COLETILLA: Quienes habitan en Colombia han de estar de placémes, por estos días pueden hablar con un grado de confianza mayor a través de sus teléfonos portables, ya que se informa que el ejército ha perdido su capacidad de monitorear conversaciones privadas, así que los habladores solo tienen que prever (que sin el aval de un juez) sus parloteadas pueden ser monitoreadas solo por el DAS, la policía, y los hampones, así que un halito de fe y confianza para la “seguridad democrática”.