jueves, 26 de abril de 2007

EL EMPERADORCITO

La historia del último emperador de la China fue recogida para el cine por el director Bernardo Bertolucci, la fastuosidad, el esplendor, los juegos, la estética de oriente, la interpretación histórica y la visión sin limites de la inmensa China son las constantes en esa película, pero hay otro que pesa en la concepción que le queda al espectador, esa, que el mundo puede ser muy cerrado cuando se le pone una tapia y que a la postre el mundo al interior puede distar tanto del externo que este puede terminar por arrollar un imperio elevado en las verdades a medias.

Ese fue uno de los ejercicios cinematográficos de mayor riqueza para mostrar lo que dista entre poder y el tener los pies sobre tierra firme; otro de los ejercicios tan argumentados como el de Bertolucci podría ser la voz de Dios en el paraíso discerniendo entre el bien y el mal que a cada paso trataban de asaltar a Eva y Adán hasta que estos decidieron “transgredir” la voz divina y en un acto de riesgo miraron, dieron o decidieron optar por sí mismos en contra de una voluntad externa a ellos.

Esos dos elementos traidos de los cabellos son los que se amalgaman para mirar los acontecimientos en Colombia por estos días. La prueba esta en que los lenguajes son los que están en boga; los lenguajes como elemento al interior de tapias aislados de otros lenguajes para no permitir una construcción social; donde quiera que se debatan ideas, se den informaciones o se transmitan mensajes se esta dando el fenómeno de los emperadorcitos; solo eso porque el de semidioses gracias a la tecnología los hemos superado. Es un emperadorcito el editor de un periódico que con una tirada de cien o ciento cincuenta-mil ejemplares pretende con una política editorial interpretar, influir o decidir por el acontecer nacional; lo es el director de noticias de una radio que con su voz, calla o valida la opinión de otros, bueno lo es también cuando se acompañan de otros emperadorcitos que por ser armados no dejan de parecerse a los que se arman de pluma o voz.

Todos tienen algo en común, la tapia!, sí, la tapia, porque no les permite ver sino tan solo lo de su prado, al igual que al último emperador de la China milenaria que tras de la tapia donde no alcanzaban los ojos, caía a pedazos el imperio a manos de los burócratas e intereses que lo socavaban, los emperadorcitos de que yo hablo deberían verse con los ojos puestos en la óptica que hoy los colombianos se están formando de ellos; craso error que ellos interpreten la elección del profesor Antanas Mockus (para la alcaldía de Bogotá) como un triunfo de los medios que lograron formar para la venta dos productos, no, no es un triunfo es una perdida de la sociedad y la “democracia” , porque en su tarea hegemónica se les quedaron ocho personajes entre los que seguramente habían opciones de tanto o más peso que los productos que se dieron a promocionar.

Pero también ejercen en su imperio al no dejar transitar otras opiniones, excepto las de su cosecha o las de su prado; pero es más gravoso porque en esta maraña de lenguajes, de sordas conversaciones y de monólogos están socavando lo bien poco en que muchos colombianos estamos de acuerdo, en el conversar; es tan gravoso que su ejemplo esta transitando a otras instancias de la sociedad, donde los impactos a corto plazo podrían ser mayores pero que de seguro a futuro serán mínimos, hablo concretamente de cómo se asocian las gentes con la entrada de la tecnología en escena; un campo donde nos han sorprendido otro tipo de emperaorcitos es en la Internet, (incluido este escribiente) donde se ejerce el poder del “clic” prodigado por un “Mouse” que obedece una mente ¿¿prodiga?? en argumentos para invalidar la opinión ajena.

Es cierto, este medio tecnológico nos ha obligado a esculcar en nuestros vocablos, a desarrollar destrezas que estaban arrellanadas, a aprender quinientas cosas; pero nos estamos quedando cortos en el intercambio de ideas, porque cuanta lista, cuanto medio de difusión, cuanto periódico hay, lo que primero hace es definir su prado y se da a la tarea de construir y luego fortificar su tapia, es por eso que nos cuesta y costara tanto a los Colombianos enfrentar ese gran fantasma que es nuestro futuro, con otro colombiano frente a nosotros que exige ser escuchado pero que poca escucha hace.

Seria deseable que no estuviésemos dando tema a los nuevos directores de cine, pero de alguna manera nos contaran nuestra historia y ella seguramente colmada de divorcios verbales.

Luis Alejandro Vakéen
Bogotá, 8 de noviembre 2000

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