Durante las conversaciones de paz del expresidente Pastrana (1999) con las FARC, según el testimonio de un viceministro de la época, los negociadores de la guerrilla demostraban mucha disposición de aprender para luego poder discutir sobre planificación con los tecnócratas negociadores. “Era la primera vez que ellos (los guerrilleros) veían una imagen satelital del territorio” de alguno de los municipios de la zona de distensión; hasta aquí el testimonio. De la lectura anterior se deduce que frente al Estado negociador había campesinos armados, muchos de los cuales no habían salido del monte (léase no mayores grados de ilustración) y con los cuales el Estado hablaba para posteriormente negociar la paz. La asimetría entre habladores era abismal, y la paciencia fue muy poca. Actitudes reales de ambas partes alimentaron más armamento y más guerra. Impaciencia y guerra fue el llamado al que respondieron con votos los colombianos. La propaganda bélica gano, y así electo Uribe. El país en medio del embrujo se dispuso a anclarse en sus respectivos feudos. En tanto, el mundo gira y cambia vertiginosamente.
La guerra en Colombia es por la propiedad de tierra. La tierra como sinónimo de poder. La tierra como factor económico y depositaria de valor, la tierra como generadora de riqueza, y seguramente -en menor medida- la tierra como opción valida de vida. Cualquier salida de los actuales funcionarios para afirmar que la guerra es contra el terrorismo cae en saco roto. ¿Como explicar la escalofriante concentración de tierras en el país y ese ejercito de desposeídos que han sido desplazados de las tierras que eran su opción de vida?, ¿O como explicar esos grandes proyectos agrícolas (de materias primas para biocombustibles, que no de alimentos) que son el trasfondo oculto del TLC?, quizás de insistir en la argumentación ese hipotético funcionario, habrá que responderle exponiendo las relaciones feudales existentes en el campo colombiano; de dudarlo miren las relaciones de servidumbre entre finquero y el campesinado a lo largo de la región cultural del caribe. Esa visión de tierra es el nudo que ha anclado el país a su suerte.
Para la que no hubo encuesta, en Colombia se asumió ser un lugar en el cual se surtirse de materia prima el mercado mundial, eso incluye los colombianos como mano de obra. En un mundo en el que la tierra hace centurias ya no es el eje del valor, Colombia insiste. Las inteligencias, los descubrimientos, la informática, y las invenciones humanas son el lugar que el desarrollo ha dispuesto para el valor en el mundo actual; se es más desarrollado cuando las referencias de valoración están en el hombre. El feudalismo y las ideas fisiócratas ya han sido superadas, pero aquí en una extraña especie de sincretismo sobreviven.
Nada muestra que estos dos campesinos, con todo lo que representan desde polos ideológicos totalmente opuestos, dejen fluir a Colombia a una etapa diferente de su historia, y por la inercia e indiferencia demostrada por la sociedad colombiana, se presagia la ausencia de fuerza para avocar mejor futuro.
Alejandro Vakéen
No hay comentarios:
Publicar un comentario