miércoles, 8 de agosto de 2007

U2

De las un mil maneras que el hombre ha encontrado para navegar (navegar como sinónimo de transito, de negación de la inmovilidad) ha sido con el pensamiento. Ese tiene innumerables variantes, alguna es el deseo, otra la ilusión, y la que ahora me interesa, en un sueño.

El que cultivo es el concierto presenciado a U2, en el que me he emocionado a raudales. La razón de tanta emoción es lo político del presenciado. Bueno aquí debo sonrojarme un tanto y frenar la disertación sobre Lawrance Mullen, él que tras la batería nos atrae poderosamente a sus “fans”.

Pero para entender un poco mejor, he de explicarme: U2, es un grupo musical nacido a mediados de los años 70 en la entonces violenta Dublín, Irlanda. En esa república, escenario de una irracional guerra –como lo son todas las guerras- entre católicos y protestantes, a la que se sumo la intervención –para los nacionalistas la invasión- del ejercito ingles, fue el lugar en que el vocalista Paul Hewson (Bono), el guitarrista David Evans ('The Edge'), el bajo Adam Clayton y el percusionista Larry Mullen, dieron inicio a esa sociedad de acordes al que conocemos como U2.

Quizás –palabra que ha terminado siendo mi favorita- la guerra, o los dolores que ella produce, son los que dieron origen al mejor concierto al que he asistido, inolvidable. En ese escuche la más atronadora protesta contra la guerra en Irlanda, pero mí deseo la hace extensible a cada una de las guerras, incluida la que destruye mí patria. Sobra decir que –sin querer imitar a Saramago- soy de profundas raíces socialistas, incluso algunas en el comunismo que el hombre jamás ha practicado. Era importante decir lo anterior, porque la protesta que escuche y compartí totalmente con Bono, fue contra la llamada “revolución”. No me adentrare en el asunto de la revolución como partera de la historia, eso lo dejare para las discusiones en la academia o con los amigos en medio de un tinto, bien sea café o vino.

Lo irracional del dolor, muchas veces patrocinado desde lo lejanos de 35 años de expatriación –clásico ejercicio que los irlandeses migrados a los Estados Unidos practicaron financiando a los guerreros en el Ulster- fueron lo que hicieron protestar a Bono, protesta hecha coro por todos los asistentes y por todos los que nos hemos ido uniendo a ellos.

Es indudable que mí patria, Colombia, exige inmediatos cambios y transformaciones, pero esos difícilmente están en los atrasados 30 años de los que han migrado al extranjero y menos en los cuasi stalinistas de los 40 años de una guerrilla campesina que no se ha oxigenado y cuya difícil apnea parece ser propiciada por la aplicación rigurosa de “quitarle el agua al pez”, política propia de la guerra a las guerrillas en épocas de la guerra fría, y ahora largamente aplicada por los paramilitares aliados del Estado, en una orgía de destrucción y sangre, la que a futuro tendrá a muchos señores de la guerra que seran jusgados en la Corte Penal Internacional, eso de seguro como un acto de decencia, además de justicia, que le deben los colombianos a su historia.

Por ahora seguiremos a Sir Bono en su cruzada - ahora desde una Irlanda en paz- por el medio ambiente y los pobres del mundo, no sin dejar de añorar que alguno de los exitosos y ya mundialmente famosos cantantes colombianos convoque a los ciudadanos del mundo a mirar la tragicomedia de este lado del planeta.


Para escuchar the hands that built America (desde http://comunidad.ciudad.com.ar) pinche aquí.



Nota aclaratoria (2 septiembre 2007): Tiene toda la razón Gustavo Cárdenas, la guerra de que escribo es la que ocurrió en Irlanda del Norte, cuya capital no es Dublín sino Belfast, por lo que he podido leer y derivar de una conversación, hay una larga aspiración por parte de todos los habitantes de esta isla sobre el océano Atlántico de ser una sola republica, pero las diferencias y los odios cultivados en las religiones superan los deseos de unidad.